LA ESCALADA DE VIOLENCIA QUE ESTÁMOS PADECIENDO NO PARECE TENER FIN

A propósito del comentario realizado por Pedro en uno de los posts anteriores, me gustaría referirme al asunto que en él comenta, porque ciertamente... tiene toda la razón.
Nuestro amigo se muestra preocupado por la inseguridad que se viene padeciendo en las Islas de un tiempo a esta parte, y comenta que jamás ha visto lo que está viendo en la actualidad, robos, muertes, atracos...
Cuando uno escucha a las autoridades, suelen hablar de la seguridad que tenemos y presumir incluso de ello. Sin embargo, hay otro factor, que es el que a nosotros nos afecta: la sensación de seguridad que tiene la población. Y en verdad que esa sensación de seguridad es cada vez menor.
Algo está pasando en nuestra sociedad cuando un chico de apenas 19 años muere de una paliza propinada por cuatro desalmados porque sí. Algo está pasando en nuestra sociedad cuando un joven de apenas 30 años muere de otra paliza en uno de los lugares más tranquilos y pacíficos de Tenerife, junto al castillo que nos defendió de las tropas invasoras en tiempos de Nelson. Algo está pasando en nuestra sociedad cuando 300 jóvenes se citan en pleno centro de la capital tinerfeña por sms para partirse la cara, y la policía requisa desde barras de hierro hasta Dios sabe qué.
Son sólo tres ejemplos, que se sucedieron en apenas diez días. Pero anoche mismo una reyerta nocturna dejaba a un chico malherido en mitad de la noche en Las Palmas de Gran Canaria, y mientras tanto, una banda de ladrones arrasa los comercios en Lanzarote, otra roba en tiendas por todo Tenerife y la lista podemos continuarla con sólo echarle un vistazo a los periódicos de las Islas.
Cuando uno piensa "esto no pasaba antes", inmediatamente le viene a la mente un "qué viejo me estoy volviendo". Pero creo que Pedro tiene toda la razón en su comentario, y lo malo es que lo que uno vislumbra en el horizonte no será mejor, sino todo lo contrario.
Se observa una pérdida de valores generalizada, un aumento preocupante de la cultura de la comodidad y el poco esfuerzo, y una escalada de violencia que puede acabar por alcanzarnos tarde o temprano si nadie pone freno.
La cuestión es... ¿quién debe ponerle freno y cómo debe hacerlo?
Ojalá yo tuviera la respuesta, especialmente para la segunda parte de la pregunta. Pero si realmente yo lo supiera... ya habría utilizado mis dotes adivinatorias para comprarme un décimo del sorteo de Navidad... y escribiría un post el lunes desde Punta Cana. Mientra tanto, seguiré soñando con que el lunes la suerte me pueda tocar a mí, y con que algún día las cosas en mi tierra... volverán a ser como antes. Aunque ya no sé cuál de las dos cuestiones es más improbable.